Recién duchada. El vaho
cubriendo totalmente el espejo, la toalla descubre la imagen que de ella se
refleja, se observa desnuda. Es bella y es todo suyo.
Cierra los ojos mientras la
toalla realiza su misión de secar. Respira hondo varias veces. Recorre con sus
dedos su pelo, su cara, sus labios, introduce sus dedos en la boca, sus pechos
hermosos y turgentes con marcas del verano, su vientre plano, la parte externa
e interna de sus muslos, sus nalgas. Se le remueve el cuerpo.
Se dirige al salón. La
cámara testigo mudo de su pasión. Inmortalizar ese instante desea.
Observa su mano desnuda,
expectante, la que tantas veces es olvidada y castigada, en ocasiones abrasada
por el sol, incandescente, enrojecida e impregnada de sal, en otras ocasiones
golpeada y amoratada por la sangre que intenta salir. Silenciosa y paciente
realiza su función sin esperar nada a cambio, sin exigencias, sabiendo la
importancia de su trabajo, postergando las sensaciones y placeres que se sabe
capaz de concebir.
Ella se siente feliz y
actriz: repasa y rememora. (Mira la cámara) Se extasía dejando ir sus pensamientos a esos
instantes de placer que esos dedos hábiles le proporcionan. (Vuelve a mirar la
cámara) Se retuerce a los compases de esos
movimientos circulares en su monte de venus, cierra los ojos, los abre. Sus
dedos arriba-abajo, abajo-arriba, con el índice introducido en la cavidad
húmeda, sirviendo de eje y ayuda para que la rotación y la traslación sea
uniforme. Suave-frenética. (Mira la
cámara)
Llega la hora final. La mano
y dedos han cumplido su misión…descansada y feliz se inclina apagando la imagen.
*Para ti, con todos mis
respetos y admiración, por demostrarnos sin
tu consentimiento, lo retrógrados y
malas gentes que aún pululan por esta piel de toro…Gracias Olvido Hormigos