Las colillas se acumulan en el cenicero del coche, llevo horas sentado en él, no me importa el tiempo, no me moveré de aquí hasta que no la vea con mis propios ojos.
Han pasado 385 días, muchos kilómetros recorridos y diferentes lugares visitados hasta llegar aquí, he perdido mi empleo, los ahorros se han diluido en su búsqueda, no me importa nada, tan sólo necesito una respuesta.
Estoy cansado, me miro en el espejo y no me reconozco, a veces pienso que hasta ella misma tal y como estoy ahora, pasaría por mi lado sin percatarse de que soy yo, pero yo a ella, aunque pasaran cien años o cambiara su fisonomía, la reconocería entre un millón de mujeres.
El sueño me vence, no quiero cerrar los ojos, vuelvo a evocar el día que la conocí, ella estaba en el espigón, era un día gris, abstraída en la lectura de un libro.
Yo la observaba en la distancia, en un momento, una ola se fue a empotrar cerca de ella y con el sobresalto se le cayó el libro que estaba leyendo entre las rocas, solícito me acerqué, se lo recogí, no sin antes echarle un vistazo a lo que leía, se trataba de una obra de Vallejo-Nájera, titulada: Concierto para instrumento desafinado.