Una ciudad, un
hotel, una barra de bar, el camarero y yo. Arrellanado en uno de los sillones
tomando la última copa de la noche, con
la mirada perdida en una pantalla de televisión que apenas distinguía ni oía
por su lejanía y, enfrascado en mis propios pensamientos, fui sorprendido por
una voz aterciopelada que inclinada ante mí, solicitaba si la invitaba a una
copa.
Me ha quedado una memoria muy nítida de
aquellos instantes. Mi mente a pesar del tiempo transcurrido sigue jugando con
esas imágenes. Brotan carcajadas nerviosas e irónicas sin saber a ciencia cierta si me rio de mis
recuerdos o de mí mismo. Un pasado que
me asfixia. Una historia que me ha inquietado y que con el paso del tiempo me
ha resultado fascinante.