LA PICONERA

LA PICONERA

martes, 26 de noviembre de 2013

ENGAÑADA Y DESENGAÑADA


 ¡Sola por fin, agotada, pero satisfecha! Todo parece marchar mejor en estos últimos meses. Ya era hora que la vida me diera un respiro y dejara atrás esas lágrimas derramadas, ese retraimiento autocompasivo que hacía encogerme y esconderme de los demás en cualquier rincón de la casa, sintiendo vergüenza ante las miradas, y molesta ante los intentos de consolarme de aquellos a quien consideraba mis amigos, teniendo que soportar esas miradas maliciosas y a ratos compasivas de esos vecinos, conocidos e, incluso, de esos familiares que cobardemente no se habían querido involucrar, dejando que la pelota creciera y fuera rodando de aquí y para allá, dejándome en la ignorancia total, convirtiéndome en una burla, en una conversación de café sin importarles mis sentimientos. No los perdonaré nunca.

martes, 19 de noviembre de 2013

PRIORIDAD


Hoy ha recogido sus cosas y se ha marchado. No he querido despedirme de él; tan sólo lo he observado meter sus cosas en el maletero del coche sin pronunciar palabra, viendo, desde esa terraza que tantas horas nos ha acogido, lo poco que abultan dos años de convivencia. Me ha dolido como no pensé que lo haría, pero ahora mismo no me arrepiento de haber tomado esta decisión.
Quizá he sido demasiado dura e intransigente no dándole el tiempo que me pedía,  pero desde que dejó patente sus intenciones de no ser padre, nuestra relación se estaba deteriorando, carcomiendo y expandiéndose en una deriva sin solución.
Me ha acusado de hacerle chantaje emocional, e incluso de querer vulnerar sus deseos, recalcándome que tenía muy claras cuáles eran sus aspiraciones y su manera de pensar respecto a una posible paternidad.
Entendí sus aspiraciones profesionales, estando dispuesta a seguirle allá donde fuera, aunque tuviera  que abandonar mi ciudad, mi gente y mis amigos; por amor, porque lo quiero. Pero siempre he sentido ese deseo de  engendrar vida, de tener un hijo que sea parte de mí, y creo que es algo tan importante en mi vida que no puedo renunciar a ello. Pensé que el tiempo, el amor que nos profesamos y el poder formar una familia le harían cambiar de parecer, pero no fue así.
Esta forma distinta de entender la vida, el amor y la pareja nos está desgastando y me está sumiendo en un mar de dudas. ¿Puedo renunciar a mis deseos de madre por estar con él? ¿Se lo echaría en cara en un futuro? ¿Estoy siendo injusta con sus deseos? ¿Le estoy presionando? ¿Podría cambiar su forma de pensar más adelante? ¿Cómo nos afectaría el tener un hijo? ¿Aceptaría sus responsabilidades como padre? ¿Y el no tenerlo me haría sentir vacía? ¿Sería una mera acompañante en su intento de progresar profesionalmente?
Tras un largo dilema sopesando los pros y contras, creo que he llegado a una decisión. Esta mañana me he despertado con un regusto amargo, y con ese sabor que dejan en la boca las malas noticias. Él seguía durmiendo a pierna suelta y abrazado a mí, ignorando a la determinación  que había llegado.
Los años pasan mucho más rápido de lo que pensamos y tenemos un tiempo limitado para cada cosa. Nos toca elegir entre las opciones que nos brinda la vida, y esa elección depende de nuestras prioridades, porque toda elección implica una renuncia. Creo que él tiene claras sus ideas y, ahora, yo también tengo claras las mías.  No puedo arriesgarme a esperarlo y que sea demasiado tarde. Me duele que no sea él quien me acompañe, puede que me equivoque por renunciar a su amor, pero al menos habré elegido. Quizás vuelva a tener pareja o no encuentre quien llene el vacío que él me deja, pero no renunciaré a ser MADRE.

martes, 12 de noviembre de 2013

CHANTAJE EMOCIONAL




Como si de un rosario se tratara, todos los días la misma letanía con comentarios sotto voce, de forma directa e indirecta, con acciones, actitudes y, por qué no decirlo, “amenazas veladas y sin velar”. Mi pareja me hace parecer desequilibrado, avergonzado, frívolo y hasta culpable.
En estos dos años que convivimos he sido feliz y creo que ella también. Nos hemos amado, divertido y hemos creado un gran vínculo, una “amistad” que pensaba que estaba reñida entre dos personas enamoradas.
 Con gran sacrificio por nuestra parte y debido a esta crisis que nos azota, nuestra economía no es muy boyante que digamos. Nos defendemos con mi pequeño sueldo, que nos da bastante seguridad, mientras que mi pareja ha retomado los estudios que antaño dejó al estar en paro.
Mis expectativas personales son la de crecer profesionalmente en la empresa en la que trabajo, por lo cual, dedico unas cuantas horas cada día a formarme académicamente. El ascender implica movilidad de ciudad, algo que tengo asumido desde que entre a formar parte de la empresa. Por su parte, mi pareja conoce y acepta mi situación y mis expectativas laborales desde el mismo instante que la conocí.
Desde nuestros inicios le he manifestado que no tengo instinto de padre ni intención de serlo y, sobre todo, ahora no es el momento adecuado para pensar en formar una familia. El  tener un hijo implica en cierto modo retrasar e incluso abandonar mis ambiciones y conlleva que ella tenga que abandonar sus estudios. Nuestra vida cambiaría radicalmente.
Ingesta cantidad de horas hemos consumido tratando el tema de crear una familia. La he escuchado y he comprendido su punto de vista referente a su deseo de ser madre. Le he repetido incesantemente que no me gustan los niños, tan sólo me agradan para un rato y que sean de los demás, que no tengo instinto paternal y no creo que llegue a ser un buen padre. Además, implicaría un cambio drástico en nuestras vidas y no sé si estaría dispuesto a ello.
Consciente o inconscientemente por parte de mi pareja, estoy sufriendo un chantaje emocional desde que le han entrado las ganas de ser madre. Ahora temo la hora de llegar a casa y ser recibido con ojos llorosos, con malas caras, con reproches de ser egoísta, que no la quiero lo suficiente y que lo único que deseo de ella es sexo, que soy muy cómodo y no quiero responsabilidad, y que ahora no sabe si soy el hombre adecuado para formar una familia o tendríamos que dejar la relación.
El dilema al que estoy abocado actualmente es: ¿acepto sus deseos de ser  madre  por el amor que le tengo o rompemos la baraja y cada uno elige la vida que cree conveniente?


martes, 5 de noviembre de 2013

¡SOY CULPABLE?



La mano me tiembla al marcar su número de móvil. Lo acerco a mi oído. Da un tono, dos -nervios, corazón acelerado-, tres –duda-, cuatro -la imagino indecisa ante número plasmado en pantalla-, cinco, cuelgo con desazón o alivio. Respiro hondo, comenzando a fluir un sin fin de  razones.
Con la mano sudorosa y agarrotada en torno al móvil, permanezco indeciso, dudando con volver a marcar o esperar respuesta. Preguntándome si vale la pena el paso que voy a dar. Mis apetitos sexuales están cubiertos satisfactoriamente y no tengo ninguna necesidad de complicarle la vida a ella. Pero el morbo que me despierta su situación sentimental, unido a ese juego prohibitivo (entre comillas), incentiva mi instinto más animal.
No es la primera vez que he estado con mujeres comprometidas o casadas, pero hace tiempo había abandonado ese tipo de relaciones. No es que no me apetezca, sino que con Internet y los locales de ocio donde acostumbran a acudir las separadas, puedo satisfacer mis necesidades ampliamente sin ningún tipo de complicación o dificultad.
Todo comenzó como un juego: Facebook, añadirla como amiga sin conocerla, simplemente porque lo es de una conocida mía, comentar sus fotos y poses, dedicarle escritos haciendo reseña de su página,  comenzar un intercambio de mensajes privados, e iniciar ese juego del galanteo sin abrumarla, dando dos pasos adelante y uno hacia atrás. Era reticente a facilitarme su número de móvil, pero la impliqué en el juego más absurdo, el darnos un número cada día o cuando le apeteciera. Le hizo gracia, y no hace falta decir que lo conseguí. Sobran las palabras entre nosotros. Ambos sabemos, que si tenemos  un encuentro, acabaremos en la cama.
Suena el teléfono… ¡Sí, es ELLA!