Hoy, después de casi cuatro
años, me hago estas preguntas: ¿Cómo he podido cambiar mi vida casi de un día
para otro, y como se han dado esas circunstancias en el momento adecuado?
¿Habrá sido la Suerte? ¿Tal
vez el destino? ¿Quizás la Casualidad? ¿O me decanto por esa supuesta leyenda o
mito japonés del hilo rojo? ¿Y si fuera ese primer beso que me elevó a los
cielos?
Ni creo, ni dejo de creer; más
bien he ido haciendo caminos como dice el poeta, a veces lento, otros ligeros,
y l0s más, titubeando hasta llegar a ese comienzo de este maravilloso recorrido
junto a ELLA.
La suerte siempre me ha dado
esquinazo; el destino está predestinado con el final de la vida, lo demás es
pura fantasía o deseos; tampoco en las casualidades, y mucho menos en leyendas,
que leyendas son; así que solo me queda el beso.
Después de tantos primeros
besos, ese con ELLA cambió mi percepción de lo que significaba besar. Los ojos
maravillosos, su nerviosismo, unos labios que pedían a gritos que los besaran; los
besé, me introduje en ellos, saboreé y disfruté como nunca antes de un beso,
recibiendo una explosión de sabores a cuál más increíble, solo quería seguir
allí, en esa boca que me atrapaba como ningunos otros labios lo habían hecho,
me cautivó, y hoy día, solo deseo besarla, abrazarla y contemplarla, y recrearme
en esa habitación que se ha convertido en el templo del amor.
Anhelo su regreso, y en esa
penumbra de habitación, donde hemos compartido horas y horas de amor, la añoro,
imaginándola desnuda y a lomos de un caballo, su melena al aire, e hincando sus
ijares en el lomo del caballo. El sueño me vence, y sigo soñando con ELLA.