LA PICONERA

LA PICONERA

lunes, 13 de enero de 2014

VEJEZ



Como cada mañana, observó su rostro en el espejo del baño y le costó reconocerse. Su identidad se había ido desfigurando hasta convertirse en un extraño para sí mismo. Los años de trabajos anodinos le habían ido socavando su espíritu jovial, y ahora, mirando el  semblante  apesadumbrado que se le mostraba, aceptaba su decrepitud resignado y sin aspavientos.
A veces, en momentos de rebeldía interna le parecía oír en lo más profundo de su imaginación, una vocecilla que le traía viejos recuerdos de tiempos en que los sueños aún sacudían sus convicciones, pero no eran más que leves susurros que se perdían en la lejanía. Su trayectoria parecía seguir un curso del que no podía salir, ni tan siquiera tenía sentido el plantearse abandonar esa rutina. Hora tras hora y día tras día, el pesado martillear del tiempo esculpía en su tosca figura las huellas del fracaso de un amargo periplo sin retorno.