Hoy ha recogido sus cosas y se ha
marchado. No he querido despedirme de él; tan sólo lo he observado meter sus
cosas en el maletero del coche sin pronunciar palabra, viendo, desde esa
terraza que tantas horas nos ha acogido, lo poco que abultan dos años de
convivencia. Me ha dolido como no pensé que lo haría, pero ahora mismo no me
arrepiento de haber tomado esta decisión.
Quizá he sido demasiado dura e
intransigente no dándole el tiempo que me pedía, pero desde que dejó patente sus intenciones
de no ser padre, nuestra relación se estaba deteriorando, carcomiendo y expandiéndose
en una deriva sin solución.
Me ha acusado de hacerle chantaje
emocional, e incluso de querer vulnerar sus deseos, recalcándome que tenía muy
claras cuáles eran sus aspiraciones y su manera de pensar respecto a una
posible paternidad.
Entendí sus aspiraciones
profesionales, estando dispuesta a seguirle allá donde fuera, aunque
tuviera que abandonar mi ciudad, mi
gente y mis amigos; por amor, porque lo quiero. Pero siempre he sentido ese
deseo de engendrar vida, de tener un
hijo que sea parte de mí, y creo que es algo tan importante en mi vida que no
puedo renunciar a ello. Pensé que el tiempo, el amor que nos profesamos y el
poder formar una familia le harían cambiar de parecer, pero no fue así.
Esta forma distinta de entender la
vida, el amor y la pareja nos está desgastando y me está sumiendo en un mar de
dudas. ¿Puedo renunciar a mis deseos de madre por estar con él? ¿Se lo echaría
en cara en un futuro? ¿Estoy siendo injusta con sus deseos? ¿Le estoy
presionando? ¿Podría cambiar su forma de pensar más adelante? ¿Cómo nos
afectaría el tener un hijo? ¿Aceptaría sus responsabilidades como padre? ¿Y el
no tenerlo me haría sentir vacía? ¿Sería una mera acompañante en su intento de
progresar profesionalmente?
Tras un largo dilema sopesando los
pros y contras, creo que he llegado a una decisión. Esta mañana me he
despertado con un regusto amargo, y con ese sabor que dejan en la boca las
malas noticias. Él seguía durmiendo a pierna suelta y abrazado a mí, ignorando
a la determinación que había llegado.
Los años pasan mucho más rápido de lo
que pensamos y tenemos un tiempo limitado para cada cosa. Nos toca elegir entre
las opciones que nos brinda la vida, y esa elección depende de nuestras
prioridades, porque toda elección implica una renuncia. Creo que él tiene
claras sus ideas y, ahora, yo también tengo claras las mías. No puedo arriesgarme a esperarlo y que sea
demasiado tarde. Me duele que no sea él quien me acompañe, puede que me
equivoque por renunciar a su amor, pero al menos habré elegido. Quizás vuelva a
tener pareja o no encuentre quien llene el vacío que él me deja, pero no
renunciaré a ser MADRE.