LA PICONERA

LA PICONERA

sábado, 6 de noviembre de 2010

LA BUSQUEDA


Isabel recoge el desayuno, que junto a su marido acaban de terminar esa mañana, como cada día de los treinta años que llevan juntos.

Su marido se arregla, coge el portafolios y ella le acompaña para despedirlo como siempre, se despiden con un beso y las consabidas palabras de “Ten cuidado y regresa a casa”.

Le observa partir en el coche y rauda entra en casa, se arregla, coge su bolso y el mismo ritual de el último mes… dirige sus pasos hacía la parada del autobús que la llevará a otro punto de la ciudad.

Va cariacontecida, triste, sin prestar atención a lo que la rodea, no sabe por donde continuará su búsqueda…

Así lleva todo ese tiempo, no puede vivir en esa zozobra, su marido no se ha dado cuenta, se lo ha ocultado muy bien, no quiere que él sufra, lo ama más que a su vida, pero ha sido un error que no se perdonará jamás y lo tiene que solucionar de alguna manera.

Hoy tiene que continuar buscando, tiene que encontrarlo como sea, mañana se cumple sus treinta años de casados y no puede fallarle a su marido de esa forma.

Ya ha recorrido casi toda la ciudad, los lugares más inverosímiles y raros, no ha sido posible encontrarlo, pero algo en su interior le dice, que hoy puede ser su gran día, que lo localizará.

Llora en silencio, no puede reprimir sus lágrimas, las personas con las que se cruza, la miran y sienten piedad, lo nota, no le da vergüenza que la vean así.

Lo que le importa es hallarlo, si no lo encuentra, no tendrá el valor para presentarse delante de su marido en el día de mañana.

Sabe que él ya le habrá comprado el regalo de aniversario y ella también lo tiene hace más de un mes bien guardado.

Hoy, le toca un mercadillo de antigüedades, le han dicho que quizás en ese lugar lo encuentre.

Va con toda la ilusión, cuando llega al lugar, está todo abarrotado de gente de todas partes.

Mira y remira con detenimiento, se para, pregunta, nadie le da razón.

Una señora mayor la está observando hace rato, Isabel
la mira y esta le hace señales para que se acerque.

Cuando está a su altura, le dice: Sé lo que buscas, se queda pasmada y confusa, ¡no te asustes mujer, no busques más! lo tengo yo sabía que vendrías a por él.

Isabel balbucea palabras inconexas, llora, ríe, abraza a la mujer, ésta la separa de sí, cogiéndola por las manos y secándole las lágrimas, le dice: Una mujer como tú, que profesas tanto amor por tu marido y él por ti, no puede ser artífice de ese error.

La mujer mayor, la coge y la introduce en una tienda muy vieja, deja a Isabel sola, se mete en la trastienda, donde al cabo de un rato, sale llevando consigo un paquete, lo abre y le dice: ¿es lo que buscas con tanto fervor?

No puede articular palabra, esta ahí, delante de sus ojos, lo coge, lo abraza, llora, ríe, salta, abraza a la mujer y le dá cientos de besos y se arrodilla llorando diciéndole, ¡pídame usted lo que quiera!. No quiero nada le contesta la vieja, eso que habéis guardado me ha hecho recordar que yo, en el tiempo que compartí con mi marido, teníamos algo similar y lo utilizábamos como vosotros.

¿Como supo que era yo? fácil niña, por la foto que contiene tuya y por la carta que me he permitido leer, donde explicas lo que hay en su interior.

Pero dime una cosa, ¿como pudiste perderlo?... No lo sé, es algo que no me perdonaré jamás, resulta que mi nuera se quedó encargada de la casa, mientras mi esposo y yo realizabamos un pequeño viaje, quiso hacer limpieza general en la misma y en él desván donde almaceno cosas antiguas, y, la mayoría sin valor, dentro de una caja tenía guardado el bolso, ella se lo dió a un trapero junto a otras cosas, y esperaba darme una alegría con la limpieza que había realizado.

Cual fue mi sorpresa al regresar y ver lo que había hecho, me quedé aturdida y no supe contárselo a mi marido, así, que le pedí explicaciones a mi nuera, de a quien se lo había entregado y desde entonces he ido detrás de la pista, mañana se cumple nuestro aniversario.

Vete niña, cuida de tu marido y sed felices, yo estoy ya pagada con verte esa mirada, que no es la misma de hace diez minutos.

Llegó el día, Isabel, estaba feliz, había celebrado con la familia el treinta aniversario, se rieron, fotos, videos, pasteles, abrazos de los nietos, todo había salido muy bien, pero quedaba lo mejor cuando se marcharan todos y quedaran a solas.

Ella, se metió en el cuarto de baño, se preparó como cada noche, él la esperaba en la cama, Isabel salió con un bolso negro colgado al hombro, se puso a su lado, él le dio un beso, abrieron este y él depositó un sobre en el interior de un bolsillo ex profeso para ello, Ella, hizo lo mismo, se dieron un beso de nuevo y lo cerraron.

Treinta años casados, treinta cartas de cada uno en su interior, una por año, solo las podrían abrir, en el caso de que alguno de los dos faltara.

Era una promesa que se hicieron cuando ella hizo realidad su sueño de acabar la carrera, él le regalo ese bolso negro, que solo lo habían utilizado, para llenarlo del amor de cada uno.

Lo que ocurrió después de apagar la luz, es algo que sólo Isabel y él sabrán.

7 comentarios:

  1. OH, qué sorpresa final. Creo que yo sentiría lo mismo si desaparecieran las primeras anotaciones que tengo guardadas.

    Enhorabuena, ya sé que sonará a tópico, pero ha sido un relato muy tierno.

    Un abrazo y buen fin de semana.

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  2. Gracias Vero por tu compañia,deseandote tambien un buen fin de semana
    Un abrazo

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Enhorabuena fibo, me has mantenido expectante hasta el ultimo momento, me ha gustado muchisimo
    gracias por tus relatos

    un beso Rossy

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  5. Fibo, me encantó este relato. Muy bien hilado. Soy una romántica empedernida!
    Un beso enorme.

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  6. plas plas plas aplaudo tu relato
    me tuvo en un incognita hasta la ultima frase
    tu imaginacion es grandiosa
    haces que con unas letras
    nos sintamos durante un corto tiempo desplazadas del mundo
    gracias
    un besin
    S-N

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  7. Tengo un buen amigo extranjero, yo hablo su idioma pero él no habla el mío, por lo cual, excepto cuando nos vemos, preferimos comunicarnos mediante mails y sms. El mes pasado, alguien robó (me temo, no creo haberlo perdido) mi teléfono móvil, en el que conservaba todos sus mensajes.
    Sólo yo sé cuánto sentí perderlos. Tanto que, si hacen efecto todas las maldiciones que lancé sobre el ladrón (o la ladrona), éste debe de andar ya en busca de un curandero que le haga una buena limpieza de karma...

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